Un amigo que suele explicarme muy bien lo que pasa en la vida, dice que cada persona que muere tiene un tiquete con una fecha invisible para “subirse al bus”. El bus pasa y no le pregunta al “invitado” si está listo. La orden dice: “Súbase”. Ojalá la muerte le hiciera a la persona unas cuantas preguntas, y el que responde “Aún no”, pudiera no subirse o le diera chance de hacerlo otro día.
Me imagino, un formulario más o menos así:
¿Dijiste todas las palabras llenas de amor que tu corazón quiso gritar?
¿Hiciste todas las cosas que querías por más locas que sonaran?
¿Pospusiste –sin plazo fijo- un sueño hermoso porque alguien te dijo que no era correcto para vos? (Ojalá responder: ¡Cómo! Posponer mis sueños? Ni loca!)
¿Elegiste vos a quien amaste y tuviste la oportunidad de decírselo todos los días?
¿Fuiste dueño de tus pensamientos y actuaste fiel a ellos?
¿Mejoraste lo que un amigo te dijo un día que debías mejorar?
¿Pediste perdón?
¿Perdonaste?
¿Te perdonaste?
¿Reíste más veces de las que lloraste?
¿Gozaste con desapego las cosas que tenías y las que no tuviste?
¿Supiste aceptar el éxito ajeno?
¿Agradeciste cuando la vida te dio, en su tiempo perfecto, lo que pediste y aún cuando no te lo dio?
Sí, sería maravilloso poderse devolver. Pero no soy tan ilusa. Esas preguntas se responden en el día a dia antes de que llegue el bus. Después no habrá tiempo.