Necesito que te vayás. No hay nada que perdonar. Haceme adiós con tu mano, la misma mano que un día tomé como mejor compañera pero que hoy me sobra para seguir mi camino. Te suelto.
Andate lejos, despidámonos como las amigas que fuimos. A veces nos equivocamos al decidir quién está y quién vive con nosotros y hoy te digo con mucha paz: ya no te necesito.
Adiós culpa. En mi maleta ya no cabés. Ya nos dijimos todo lo que teníamos que decirnos. Que yo fallé, que vos estabas insistiéndome en quedarme, que yo hacía todo mal, que vos me hablabas al oído deseando que el miedo me mantuviera pegada como un poste a esa acera, viendo pasar a todos los demás. Ya todo pasó. Todo está perdonado. Lo vivido fue necesario para abrir las alas. El poste se cayó.
Adiós culpa. Andate sin nada más que la ropa sucia que llevás puesta. Ya borré tu número. No quiero ni buscarte ni encontrarte de nuevo.
Todo bien.
Adiós culpa. Me espera la vida.